La Escalera

Foto:Martin Gallego
Texto: Martín Gallego

Esta es la única foto mia que pondré en este blog, y hay una razón para ello. El relato que la acompaña es triste, sin esperanza, habla de las miserias humanas. Pero también tiene derecho a estar aquí. Evidentemente, no le pediría una foto a nadie para hacer una historia así.
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La escalera
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Las moscas rompían el silencio. Hacía calor, mucho calor. Le parecía que cada verano hacía mas, claro que tampoco recordaba tantos veranos. Al principio eran divertidos, cuando cogían el coche y en un par de horas estaban en la playa. Pero eso sólo fué al principio. Luego ella se fué y él se quedó sólo con su padre. Cuando hablaban, y eso pasaba pocas veces, no decían su nombre, tan sólo se referían a su madre como "ella". Con el tiempo entendió que él también se hubiera ido si hubiera estado en su lugar. Su padre era un tipo descuidado, poco trabajador y que no sabía lo que era el amor, ni a sí mismo ni a los demás. Y todo ello bien rociado en ginebra. Tenía grabada en el cerebro la imagen de su padre asociada al olor de la ginebra. El dia que su madre se fué, no permitió que se llevara a su hijo. Discutieron, se golpearon y ganó el macho. "Vete a la mierda o muérete de una vez, pero el crío me lo quedo yo" le dijo mi padre. El olor a ginebra era insoportable. Lo hizo para joderla, no porque lo quisiera. Se lo había repetido muchas veces, cada vez que podía.
Últimamente no le parecía tan malo el olor de ginegra. De hecho, cuando salía con los colegas acababa la noche abrazado a una botella vacía con un olor familiar. Por eso le despidieron. "En dos meses has faltado todos los lunes", le dijeron. Pilló el finiquito y despertó a los tres dias en el hospital provincial. "coma etílico", le dijeron. Nadie vino a visitarle ni a buscarle cuando le dieron el alta. Se miró en el espejo del lavabo y vió a su padre 19 años mas jóven. Se puso la ropa que aún apestaba a tabaco y alcohol y salió a la calle. Como un autómata, cogió el autobús de línea, y al legar a su pueblo, le asaltó una sensación de urgencia. Bajó corriendo las escaleras junto a la iglesia y entró en su casa. El tufo a ginebra le dió la bienvenida. Su padre dormitaba en el sofá, caído hacia un lado. Lo apartó un poco para hacerse un sitio y varias moscas despegaron con un vuelo tedioso, aburrido. Un olor a orín y humanidad proveniente del bulto a su lado le hizo girar la cara y vió la botella que se había medio vaciado al caer. Bebió un trago largo para compensar los varios dias sin mojar los labios, y luego otro mas largo aún, sin fin. Mientras bebía, con la botella vertical y los ojos cerrados, recordó a su madre y pensó en cómo habría sido vivir con amor. Pensó en la muerte y deseó que llegara pronto. Sin saber porqué, le vinieron a la cabeza las lápidas antiguas que habían usado para hacer las escaleras junto a la iglesia. Algún dia pondrían la suya. Las moscas rompían el silencio. Hacía calor, mucho calor.

1 comentario:

Mara dijo...

Cómo sigue esta historia?